El cambio de gobierno y la sensación de que Macri no presiona ni va a presionar a los jueces explican en parte el reciente cambio de actitud de algunos magistrados, ahora más proclives a investigar el pasado.
La familia judicial ha tomado nota del cambio de clima en la opinión pública, de la emergencia de la demanda social de combatir y juzgar a la corrupción. Cuando se mira la foto de hoy sorprende advertir que algunos de los magistrados que impulsan las causas más resonantes son los mismos jueces federales que hace unos pocos meses estaban señalados por moderar su accionar ante la embestida del gobierno anterior. Pues bien, son los mismos.
Otro elemento central para explicar el cambio de actitud de la justicia federal hay que buscarlo en el actual gobierno. Este fuero ha sido y es muy sensible a las señales que provienen del Poder Ejecutivo y sus aliados, y los mensajes enviados a los jueces pueden sintetizarse en una sola frase: ¡hagan su trabajo!
Mencionan algunos que conocen al Presidente que a veces Macri desatiende lo que no comprende o que considera poco relevante, y que la administración de justicia ha sido, durante muchos años, un tema para él inescrutable. A diferencia de otros sectores o grupos de la sociedad, a los que Macri frecuenta hace tiempo y tiene relación con sus representantes, el Poder Judicial le era ajeno.
En la misma línea, es posible comprender porqué Macri nunca se rodeó de un jurista de fuste, o de un constitucionalista reconocido, mientras que si lo hizo de destacados economistas, especialistas en obras y servicios públicos, analistas de inversiones, expertos en comunicación y hombres de negocios, todas áreas de gestión que el Presidente privilegia y valora y, por lo tanto, se interesa e involucra.
Macri consolidó su percepción sobre el Poder Judicial a través de su experiencia personal. Por años se consideró víctima de la justicia en el proceso abierto en su contra por las presuntas escuchas, del que finalmente salió sobreseído. No solo él, sino muchos creen que esa causa fue armada con una clara finalidad política.
Este cuadro general sirve para echar luz sobre el origen de los tropiezos iniciales del gobierno con los temas judiciales. La designación en comisión de los dos nuevos jueces de la Corte Suprema de Justicia encontró en el Senado un esperado –y obvio- freno. Macri demostró perspicacia e inteligencia al dar marcha atrás y optar por la negociación política y el consenso.
La decisión emanada del decreto de necesidad y urgencia que transfirió la oficina responsable de las escuchas judiciales de la Procuración a la Corte Suprema se cumplió con un significativo atraso luego de que el presidente del máximo tribunal, Ricardo Lorenzetti, hiciera saber que representaba a un poder independiente del Ejecutivo y, por lo tanto, que resultaba necesario acordar los términos del traspaso. Para avanzar, hubo que transformar la mencionada orden presidencial en un convenio entre ambas jurisdicciones, que finalmente se firmó.
Los que siguen en el gobierno los temas vinculados con la justicia y el sistema judicial aseguran que el Presidente aprende rápido y corrige la traza cuando conduce a un lugar equivocado. Esto es cierto; una de las virtudes de Macri es rectificar una decisión errónea, aptitud que escasea en el mundo de la política.
Sin embargo, recientemente llamó la atención que el Presidente decidiera enviarle a Lilita Carrió antes que a un fiscal la información que comprobaría la ausencia de delito por haber integrado el directorio de la sociedad off shore familiar puesta en evidencia por los medios. La reacción de la justicia fue inmediata: investigar al Presidente y solicitarle la información que él había primereado a su aliada política.
Algunos de los ministros del gobierno y ciertos magistrados afirman que, de haber consultado a un jurista antes que a los expertos en comunicación, Macri probablemente hubiera optado por someterse en primer lugar al escrutinio de la justicia, enviándole la información y solicitándole el inicio de una investigación. Hubiera sido la mejor manera de manifestar su propia inocencia que, por lo que trasciende, se corresponde con la documentación existente.
Algunas medidas judiciales permitieron moderar la repercusión pública de la participación de Macri en el reciente episodio de los Panamá Papers. Por casualidad, un par de días antes de la irrupción de la noticia de la existencia de la sociedad off shore en la que el Presidente se desempeñó como director, un juez federal encarceló a Ricardo Jaime, y un par de días después de aquel episodio otro juez federal hacía lo mismo con Lázaro Báez, ambos personeros vinculados con el gobierno saliente. Inmediatamente después, Cristina Kirchner fue indagada en los tribunales. Las dos detenciones y la investigación judicial a la ex presidenta ocuparon (y siguen ocupando) las primeras planas de los medios, opacando otras noticias.
Estas reflexiones permiten modelar algunas tendencias y escenarios. En primer lugar, seguirá ampliándose entre los jueces la convicción de que el poder político no irá por ellos. En segundo lugar, la caja de pandora que acaba de abrirse seguirá poniendo al sistema judicial en el centro de la escena, y es posible que muchos de sus integrantes consideren que la mejor manera de permanecer en sus cargos es haciendo su trabajo.
Algunos magistrados afirman que, como en la economía y la política, la dinámica de la justicia también se mueve en ciclos, y que el actual ciclo es lo que denominan “independiente”. Y recuerdan, además, que la justicia federal siempre investiga al gobierno que se fue cuando llega uno nuevo.
También se quejan de las reiteradas imputaciones públicas de algunos funcionarios del gobierno central y sus aliados en contra de la justicia, recordando que solo una parte de sus integrantes fueron funcionales al kirchnerismo, mientras que muchos otros se mantuvieron alejados de las disputas políticas o sufrieron fuertes presiones y persecuciones públicas. “No somos todos iguales”, declaman, y prevén una seguidilla de visitas a Comodoro Py de jerarcas del régimen anterior, y más renuncias de jueces y fiscales. “Oyarbide fue el primero en irse, le seguirán otros”, concluyen.
Sin embargo, en los tribunales también se escucha cautela. Más que una caja de pandora, advierten, estamos ante una gran mamushka rusa, en la que una gran muñeca encierra a otra muñeca más pequeña, y ésta a otra, y así siguiendo hasta llegar a un número indeterminado, envueltas cada una de ellas por otra más grande.
La metáfora es útil para interrogarse acerca de hasta dónde la justicia avanzará en el descubrimiento de los sucesivos personajes. La caja de pandora y las mamushkas representan dos modelos opuestos: en el primero no es posible advertir lo que contiene el recipiente hasta que es vaciado por completo, con consecuencias impredecibles; en el segundo, se parte de la información de que la muñeca más grande está relacionada directamente con las otras que son contenidas por ella, todas son iguales aunque de diferentes tamaños.
En el gobierno predominan cuatro lecturas (aunque no necesariamente opuestas entre si) sobre lo que traerá la apertura de la caja de pandora. Una, parte de la preocupación de que su manipulación corresponde a un poder del que muchos desconfían por el alineamiento pasado de algunos de sus integrantes con el kirchnerismo. Una segunda lectura alerta sobre la incertidumbre de su contenido: como no conocemos lo que hay adentro no sabemos, por lo tanto, a quiénes podrá afectar, hasta dónde llegarán las consecuencias. La tercera sostiene que es una muy buena noticia para el oficialismo, ya que permitirá mostrar a un gobierno en lucha abierta contra la corrupción y mitigar, así, el fuerte impacto de las recientes medidas económicas. Finalmente, una cuarta lectura imagina que la imputación a la ex presidenta dilatará la reorganización del peronismo y la cristalización de su nuevo liderazgo partidario; con el peronismo dividido, aventuran, será más fácil negociar y lograr las necesarias mayorías parlamentarias con el aporte de representantes de esa fuerza política.
En el peronismo también subsisten diferentes visiones: Los que creen que la vuelta al poder depende de crear un liderazgo nuevo están preocupados por la oportunidad que la justicia le acaba de dar a la Sra. Kirchner de tomar el centro de la escena; y los que consideran que ella sigue manteniendo un caudal de votos suficiente como para convertirse en la líder de la oposición (¡que está vacante!) y participar con éxito en las elecciones del año próximo donde se renovarán los tres senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires. Lo gobernadores justicialistas sostienen la primera lectura; el remanente “K” y la Cámpora, la segunda.
Carecemos de certezas sobre el futuro. Sin embargo, sabemos por el mito griego que Pandora recibió como regalo de bodas un recipiente con la instrucción de no abrirlo. Vencida por la curiosidad, ella lo abrió. Al hacerlo, escaparon de su interior los males del mundo y solo quedó en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza. De allí la conocida expresión que dice: “La esperanza es lo último que se pierde”.