El centrista Emmanuel Macron se impuso a la candidata de la derecha antieuropea Marine Le Pen en el primer turno electoral del pasado 23 de abril para elegir nuevo presidente de Francia. Obtuvieron el 23,8% y el 21,4% de los votos, respectivamente. La oferta política fue amplia: las preferencias del electorado se distribuyeron entre numerosos candidatos. Al ser los dos más votados, deberán competir en el balotaje del próximo 7 de mayo para definir quién será el sucesor del actual Presidente, François Hollande. Estos resultados muestran, en general, el rechazo del electorado a los partidos tradicionales franceses y a los viejos liderazgos históricos. En la segunda –y definitoria- vuelta electoral se batirán dos posiciones: el de la renovación, representado por Macron, y el de la salida de Francia de la Unión Europea, que lidera Le Pen.

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Número 21 24 de abril 2017

La elección presidencial en Francia: novedades y riesgos

El centrista Emmanuel Macron se impuso a la candidata de la derecha antieuropea Marine Le Pen en el primer turno electoral del pasado 23 de abril para elegir nuevo presidente de Francia. Obtuvieron el 23,8% y el 21,4% de los votos, respectivamente. La oferta política fue amplia: las preferencias del electorado se distribuyeron entre numerosos candidatos. Al ser los dos más votados, deberán competir en el balotaje del próximo 7 de mayo para definir quién será el sucesor del actual Presidente, François Hollande. Estos resultados muestran, en general, el rechazo del electorado a los partidos tradicionales franceses y a los viejos liderazgos históricos. En la segunda –y definitoria- vuelta electoral se batirán dos posiciones: el de la renovación, representado por Macron, y el de la salida de Francia de la Unión Europea, que lidera Le Pen.

La escena política francesa se ha reconfigurado

La primera vuelta electoral del pasado 23 de abril para elegir presidente de la República Francesa deparó novedades importantes que van más allá del resultado.

En primer lugar, esta es la primera vez desde 1958 que la derecha estará ausente de la segunda vuelta, y además, es la primera vez que las dos grandes fuerzas que han dominado la política electoral desde la segunda posguerra mundial (republicanos y socialistas) no participarán del balotaje. Podemos decir, enfáticamente, que estamos ante una reconfiguración del escenario político francés.

El candidato de la derecha republicana Francois Fillon obtuvo un 20,3 % de los votos y, al momento de reconocer su derrota, llamó a su electorado a votar en la segunda vuelta por Emmanuel Macrón, que acaba de triunfar en el primer turno. Lo mismo hizo el actual primer ministro del gobierno socialista, Bernard Cazeneuve, quien pidió a sus partidarios el apoyo al candidato más votado en el balotaje, luego de constatar que su propio aspirante, Benoit Hamon, había alcanzado un magro 7%. Un porcentaje muy bajo para un partido en el poder.

El candidato de la “Francia insumisa” (excomunistas e izquierda dura) obutvo un 20 % de los votos, y por ahora no ha expresado cuál será la dirección del voto de sus partidarios para la segunda vuelta.

Por último, es la primera vez desde la instauración de la Quinta República que un presidente francés decide no presentarse a la reelección. Nos referimos al actual mandatario socialista François Hollande, debilitado por los atentados terroristas, por sus escasos logros en la lucha contra el desempleo y por su creciente impopularidad.

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La participación fue masiva

Emmanuel Macron, que el año pasado creó su propio movimiento “En marcha!”, se presentó cono un “centrista”, con buenos contactos en el mundo de las finanzas europeas y con experiencia de gobierno, por haber sido ministro de economía del presidente Hollande. Sus 39 años lo posicionan como el aspirante a la presidencia con chances de ganar más joven de la historia de Francia.

No deja de sorprender que la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, llegue a participar, por segunda vez, en una segunda vuelta electoral, como la que protagonizó su padre Jean-Marie Le Pen en 2002. Las encuestas, desde el año 2013, vienen mostrando que el Frente Nacional tiene un caudal electoral considerable para convertirse en una opción del poder.

Frente a esta complejidad, una parte del voto socialista tradicional optó por la extrema derecha, en razón de sus promesas electorales de frenar la inmigración, mantener la industrialización francesa y abandonar la Unión Europea.

En la primera ronda electoral del pasado 23 de abril se votó bajo la presión de un reciente atentado en París, acaecido tras días antes. Diversos analistas señalaron entonces que las amenazas terroristas favorecerían a la candidata del Frente Nacional pero que no necesariamente motivaría una mayor participación electoral. Según datos del Ministerio del Interior, la participación alcanzó el 70%, el porcentaje más alto de los últimos 40 años. Dicha movilización del electorado resultó clave en la elección, porque las encuestas previas señalaban que uno de cada cuatro electores estaba indeciso antes del ataque.

El Estado francés respondió movilizando 50.000 policías y 7.000 militares en prevención de nuevos ataques y para garantizar la seguridad de un escrutinio que tenía como condimento histórico ser la primera vez que a se votaba en Francia bajo el “estado de emergencia”.

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La estrategia ganadora

La campaña presidencial francesa ha sido rica en giros teatrales. La mayoría de los aspirantes más conocidos y con mayor experiencia política y de gobierno fueron cayendo uno tras otro, entre ellos, el ex presidente Nicolás Sarkozy y dos ex primer ministros, el conservador Alain Juppé y el socialista Manuel Valls.

Los debates presidenciales, que tradicionalmente enmarcaron el voto francés, fueron corridos por los escándalos mediáticos de denuncias de corrupción. El caso más emblemático fue el del candidato de los republicanos François Fillon, quien se negó a bajar su postulación a pesar de haber sido acusado de contratar de manera ilegítima a su esposa utilizando fondos públicos.

Este hecho benefició fuertemente al candidato Emmanuel Macron, que apostó a presentarse como lo “nuevo”, ajeno a los vicios tradicionales de la política francesa. Su apuesta resultó ganadora.

Macron capitalizó de manera inteligente el descontento del electorado con los partidos tradicionales y, como señalamos, con los viejos liderazgos. Comprendió que su posicionamiento debía converger con el reclamo ciudadano por una renovación.

La estrategia que desplegó Marine Le Pen del Frente Nacional fue, por un lado, modificar la imagen de fascista o neo nazi de su partido. Por otro, buscó representar el pensamiento y el voto neo-populista y anti-europeo, que en Gran Bretaña dio lugar al Brexit.

La candidata Le Pen se define a sí misma como una “patriota”, cuya misión es terminar con el euro y la libre circulación en el espacio europeo de Schengen.

Al igual que en el caso de Fillon, su campaña estuvo teñida por la denuncia de haber realizado contratos ilegítimos con fondos públicos, en su caso, por haber pagado con fondos del Parlamento Europeo a colaboradores que no prestaban el servicio por el que habían sido contratados.

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Riesgos que siguen al acecho

Si bien la primera vuelta ha concluido favorablemente para los europeístas, representados entre otros por el ganador, Macron, las nubes en el horizonte no se han disipado por completo, el riesgo sigue latente.

Como se sabe, el nuevo presidente galo será el candidato que se imponga sobre el otro en el próximo turno electoral del 7 de mayo, en el que sólo pueden participar los dos más votados en la primera vuelta, en este caso Macron y Le Pen.

La postura del Frente Nacional aún no ha sido derrotada en las urnas. Es posible que su estrategia para el balotaje sea la de intentar seducir a los votantes del socialismo que se manifiestan como euroescépticos, y buscar que los viejos ex comunistas (que apoyaron al candidato Melenchon) se inclinen a votarla o se abstengan a apoyar a su oponente, Macron.

La estrategia de Macrón será la de continuar mostrándose como el representante y líder de la renovación de la política francesa y, al mismo tiempo, como el garante de la permanencia del país en la Unión Europea.  Toda una novedad que muestra que las posturas europeístas también pueden consolidarse con la renovación de la política.

La segunda –y definitoria- vuelta electoral del 7 de mayo será, sin duda, una especie de referéndum por la salida o la permanencia de Francia en la Unión Europea, con la diferencia de que el Frente Nacional es un partido que, a diferencia del pasado, llega al balotaje.

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