Por Matteo Goretti
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Las PASO del próximo domingo tienen una incógnita principal: el resultado en la provincia de Buenos Aires.
Allí, a pesar de que la gran mayoría de los votantes ya decidió a quien votar, el final sigue abierto; decidirán los márgenes, es decir, los pocos electores que permanecen indecisos y algunos de los que hoy apoyan a 1País de Sergio Massa, que podrían mudar su preferencia, con mayor probabilidad a Cambiemos.
En la provincia más poblada del país, el factor distribuidor de estos votos –pocos pero decisivos- que buscan donde recalar definitivamente se basa en la dicotomía entre voto miedo (por el regreso de Cristina Kirchner) y el voto bronca (por el desencanto con los resultados de las políticas del gobierno entre algunos sectores). Es un factor polarizante, que seguirá funcionando más allá de las PASO, hasta definir las elecciones (de verdad) de octubre.
El presunto empate que anuncian algunas encuestas no permite enfocar en las recientes novedades en las campañas de los principales candidatos, que podrían ser clave para definir el resultado de las dos elecciones por venir. Veamos.
En primer lugar, Cristina Fernández de Kirchner no ha logrado hacer campaña o, mejor dicho, la redujo a los spots y a pocas apariciones fugaces y muy cuidadas entre algunos públicos que le son propicios. Por supuesto, este comportamiento respondió a una necesidad estratégica de no ponerla en situación de responder en los medios a los innumerables casos de corrupción en los que ella y otros miembros del régimen aparecen involucrados, que castigaría sus chances electorales.
Esta situación, anómala para una campaña electoral, crea dudas acerca de la capacidad de la ex presidenta de sostener y acrecentar su voto de aquí a octubre, en un escenario signado por una candidatura de baja intensidad, o de escasa presencia. Es un problema que ella y sus estrategas deberán resolver.
El gobierno aprovechó muy bien la ausencia de Cristina Kirchner y desplegó un raid mediático apabullante y altamente efectivo, liderado por María Eugenia Vidal. En pocas semanas el primer candidato a senador de Cambiemos, Esteban Bullrich, multiplicó su nivel de conocimiento en más del 50%, de la mano de la gobernadora, que lo mostró a él y a los demás integrantes de la lista oficialista como parte de “su equipo”.
El mensaje electoral del oficialismo incorporó contenidos nuevos, como la lucha a las mafias y al narcotráfico, con el propósito de penetrar el conurbano y buscar incorporar votos tradicionalmente peronistas. En el mismo sentido, los estrategas de Cambiemos instruyeron a sus candidatos que dejaran de golpear a la figura de Sergio Massa, con el fin de atraer a una parte de sus votantes, pocos pero potencialmente dispuestos a emigrar a las huestes del oficialismo, vitales para hacer la diferencia.
En términos muy generales, cuanto más Sergio Massa se acerque y supere el 20% de los votos, menores chances tendrá el gobierno de ganar la elección en la provincia. Por el contrario, si 1País obtiene, por ejemplo, cerca del 15% de las preferencias totales, determinará que Cambiemos ha tenido éxito en sacarle parte de sus votos y, con ello, es muy probable que supere a Cristina Kirchner.
El mensaje de todos los contendientes ya está definido; dirán: ¡GANAMOS! Sí, todos anunciarán que ganaron. El gobierno será la fuerza más votada a nivel nacional. Téngase en cuenta que es la única fuerza política que participa en todo el país, por lo que resulta obvio que será la ganadora. Además, el oficialismo sumará numerosos senadores y diputados nacionales, aunque no tendrá mayoría propia en ninguna de las dos Cámaras.
Cambiemos espera triunfar en nueve distritos electorales: Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, San Luis, Santa Cruz, Mendoza, Jujuy y Corrientes. Una meta ambiciosa. También espera ganar o hacer una gran elección en Salta. Habrá que esperar para ver.
Cristina Kirchner también dirá ¡Ganamos!, gane o pierda la elección del domingo. Se presentará como una opción al gobierno, a pesar de que, en realidad, su presencia dilatará la “normalización” del justicialismo a nivel nacional.
Sergio Massa y Florencio Randazzo dirán que ganaron porque son el futuro, la esperanza, la opción a la “grieta” que -repetirán una vez más- es dañina para el país e insostenible políticamente.
Lo interesante de las PASO es que habilitan a todos los candidatos a manifestarse ganadores, aunque pierdan. Son tomadas por ellos como una especie de primera vuelta, en la que todos mantienen la esperanza de salir victoriosos en las elecciones de vedad, es decir, las de octubre.
Esto es así porque –hay que recordar– en el turno electoral de octubre próximo no se aplicará el sistema mayoritario (como en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2015), es decir, no participarán únicamente las dos propuestas más votadas ahora sino todos los partidos que superen en esta oportunidad el mínimo de sufragios que establece la ley (1,5%).
En otras palabras, si Cambiemos aspira a ganar en octubre en distritos en los que perdió o empató o ganó por poco en las PASO, deberá recurrir a votos de candidatos que seguirán vigentes, que se presentarán nuevamente, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, a una parte de los votos de Sergio Massa y de Florencio Randazzo, ya que los de Cristina Kirchner están muy fidelizados.
Por lo tanto, creemos que se profundizará la estrategia del gobierno y sus candidatos de apelar al voto útil y, consecuentemente, seguirá vigente la dicotomía entre voto miedo vs. voto bronca como factor distribuidor principal de las preferencias marginales, que son las que definirán la elección.
El desafío mayor es para la ex presidenta, cuyas preferencias se han mantenido estables y no ha logrado perforar su techo, que es bajo. Habrá que ver qué pasa en las PASO.
El gobierno tiene chances de ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires en las PASO, que se incrementarán para las elecciones de octubre. Adicionalmente, prevemos para el domingo una polarización entre las dos fuerzas más votadas, es decir, que juntas sumarán cerca del 70% de los sufragios.
Las PASO servirán también para dilucidar hasta qué punto existe o tiene peso el llamado voto “vergüenza”, en especial en el principal distrito electoral, y el impacto real de la (por ahora) tenue recuperación económica, sobre todo en el conurbano peronista, donde pareciera dilatar su aparición.
En la ciudad de Buenos Aires se sabe que ganará el oficialismo. La novedad es la capacidad del PRO de reinventarse en un distrito propio y que le es leal, a partir de la ampliación de su propuesta electoral con la incorporación activa de Lilita Carrió; una estrategia inteligente que denota reflexión y, sobre todo, liderazgo del jefe comunal, Horacio Rodríguez Larreta.
La combinación Larreta-Carrió permite amalgamar dos elementos o dimensiones que tradicionalmente estuvieron divorciados en la política argentina: la obra pública y la buena gestión, representada por el primero, y la lucha a la corrupción, encarnada por la segunda. Una combinación potente y ganadora.
Consideramos que este “matrimonio” político favorecerá a Larreta, Carrió y Macri. No imaginamos, como sostienen muchos analistas, que la esperada victoria holgada de Carrió vaya a generar cambios en los liderazgos y acelere la competencia interna que lleve a fracturas o alternancias inmediatas.
Sin embargo, esta nueva situación genera algunas notas de color, como la que protagoniza la mismísima Carrió, que mientras se suma y abraza una típica campaña de clara estética “duranbarbista” en el distrito capitalino, sostiene que rechaza las recetas del consultor ecuatoriano; una concesión del PRO para evitar exaltar a su potente aliada que, como se sabe, es (en estos temas) de paciencia corta y de palabra contundente y taquillera.