Por Matteo Goretti
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A pesar de que Cambiemos obtuvo un amplio apoyo popular en este turno electoral –un dato significativo para el futuro, sobre el que volveremos más adelante-, hay que recordar que desde el advenimiento de la democracia en 1983, en las elecciones de medio término las listas electorales del gobierno federal siempre resultaron las más votadas a nivel nacional, con la única excepción en la presidencia de Fernando de La Rúa, cuando a los dos años el peronismo se impuso al radicalismo en el poder.
En las últimas PASO se confirmó esta regla no escrita. Los candidatos de Cambiemos sumaron más votos que el PJ y los candidatos kirchneristas. Las listas del gobierno ganaron en 10 distritos y perdieron en 12, mientras que empataron en 2, en las provincias de Santa Fe y de Buenos Aires, un resultado que en términos generales pronosticamos y publicamos en nuestro informe previo a la elección.
Otra novedad relevante y decisiva, que es anterior a las PASO pero que se confirmó allí, es la extrema dificultad del peronismo de construir un nuevo liderazgo político capaz de competirle con éxito al macrismo. Una anomalía institucional de nuestro sistema político, ya que el peronismo en la oposición siempre fue capaz de ofrecer rápidamente una opción renovada y potencialmente ganadora.
Los estrategas y principales dirigentes de Cambiemos vislumbraron tempranamente esta situación y, de manera oportuna, potenciaron en campaña la figura de Cristina Fernández de Kirchner para favorecer una victoria y, al mismo tiempo, prolongar el descalabro justicialista y dilatar su reorganización a nivel nacional.
El resultado es obvio: un PJ sin liderazgo ni figuras nacionales, cuya morfología es la de un grupo no coordinado de caciques provinciales –algunos amenazados en sus distritos por los candidatos de Cambiemos – más preocupados en mantener una buena relación con el gobierno nacional que les asegure los recursos financieros necesarios para sostener sus respectivas administraciones, a la espera de que el (¿cercano?) ocaso de la ex presidenta consienta, en algún momento, la emergencia de una nueva conducción partidaria y, lo que es más importante, una candidatura ganadora que les permita recuperar el poder en el país.
Mientras tanto, como si estas cosas se resolvieran en los medios de comunicación, el gobernador de Salta, José Manuel Urtubey -uno de los pocos caciques provinciales del PJ ganador en su distrito y, por ahora, el único en su grupo que mantiene sus conocidas ambiciones presidenciales-, realizó esta semana un llamativo raid mediático, como diciendo “aquí estoy”, “yo sigo vivo”, “ahora me toca a mi”.
Sin embargo, se sabe que, a pesar de la escenografía montada por el salteño, el PJ desconfía de él, no tanto porque tiene juego propio sino, sobre todo, porque como Jano –el dios romano de dos caras- se muestra oficialista y opositor al mismo tiempo. A su favor, recordemos que Urtubey es el gobernador peronista ganador en las PASO con mayor nivel de conocimiento y de imagen favorable a nivel nacional; es algo que no asegura un resultado positivo, pero es un buen comienzo para intentarlo.
La tercera novedad significativa es la gran elección realizada por Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, donde “cuasi-empató” (una nueva expresión acuñado por la política vernácula). Si nos retrotraemos a las dos últimas elecciones de medio término, recordaremos que el oficialismo de entonces perdió en esta provincia a pesar de haber ganado a nivel nacional: se impusieron los opositores Sergio Massa en 2013 y Francisco De Narváez en 2009. La proeza de entonces fue doble, no solo por haberle ganado al PJ en este distrito, sino porque este partido también comandaba el gobierno nacional.
Si Cambiemos logra finalmente imponerse en esta provincia en las elecciones de medio término de octubre próximo, además de consolidar su liderazgo, demostrará una vez más que las reglas de la política son cambiantes.
Mirando hacia adelante, queda la duda de si la amplia victoria del gobierno en estas PASO expresa el comienzo de un cambio político y cultural profundo y significativo en el país o, más bien, es una renovación más de algunos de los liderazgos políticos. Habrá que esperar los resultados de las elecciones de los próximos años para responder a este interrogante.
La tercera novedad que acabamos de señalar –la gran elección de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires- tuvo como protagonista principal a la gobernadora María Eugenia Vidal, un liderazgo nuevo y potente. Principalmente, fue su trabajo en la campaña lo que logró revertir la diferencia de entre cinco y siete puntos porcentuales que dos semanas antes de las elecciones la separaba de Cristina Kirchner, que lideraba en las encuestas.
Macri, Vidal, Larreta, Peña y los principales estrategas de campaña de Cambiemos venían advirtiendo con preocupación la ausencia deliberada en el debate público de la ex presidente Kirchner. El oficialismo había puesto parte de sus esperanzas en la posibilidad de que su principal contrincante en la provincia de Buenos Aires saliera a la palestra y mostrara su peor cara, o cuanto menos respondiera por las frecuentes denuncias de corrupción en las que miembros de su gobierno aparecen involucrados, y todo ello con el propósito de polarizar con ella y ganarle.
El debate público tan ansiado por el gobierno llegó, finalmente, en el lugar y en el momento menos esperados, y asumió un formato diferente: el programa de TV Intratables. Pocos días antes de las PASO María Eugenia Vidal aprovechó un cruce al aire con el panelista K Diego Brancatelli para contraponer de manera inteligente, persuasiva y contundente los dos modelos en pugna, el de Cambiemos y el del kircherismo.
La repercusión fue inmediata; se calcula que la contienda fue vista por más de un millón y medio de personas sólo en las redes sociales, y se cree que con esta intervención la gobernadora logró sumar votantes indecisos y a una parte del voto que hasta entonces apoyaba al candidato Sergio Massa, llevando a Cambiemos al excelente resultado que conocemos.
Entrada la noche del domingo 13 de agosto, la frase más escuchada en el bunker de Cambiemos fue ¡Gracias Brancatelli!
Se sabe que el cine –a diferencia de la historia- proporciona ejemplos que motivan a nuestra imaginación a construir asociaciones libres con situaciones de la actualidad, a veces hasta el punto de llevarnos a no distinguir la realidad de la ficción.
En la estupenda película satírica italiana La armada Brancaleone (1966), el gran actor Vittorio Gassman lidera a un grupo impresentable de bandoleros inexpertos y fracasados, que para motivarse cantan todo el tiempo: “Branca, branca, branca…”.