La diputada oficialista Elisa Carrió se acaba de disculpar por haberle exigido en público al presidente Macri la renuncia del ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, acusado por ella de favorecer hechos de corrupción al interceder ante los tribunales judiciales para que la ex presidenta Cristina Kirchner no vaya presa. “Fue una broma”, se justificó Lilita. Como veremos más adelante, sus declaraciones son un reflejo de la debilidad crónica del sistema político argentino que, por carecer de una oposición sólida y responsable, motiva que ésta surja en el seno de la coalición gobernante, detonándola.

" />

CALÍBAR el rastreador

Informe estratégico sobre Argentina

Número 37 15 de octubre 2018

Perdón, fue una broma

La diputada oficialista Elisa Carrió se acaba de disculpar por haberle exigido en público al presidente Macri la renuncia del ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, acusado por ella de favorecer hechos de corrupción al interceder ante los tribunales judiciales para que la ex presidenta Cristina Kirchner no vaya presa. “Fue una broma”, se justificó Lilita. Como veremos más adelante, sus declaraciones son un reflejo de la debilidad crónica del sistema político argentino que, por carecer de una oposición sólida y responsable, motiva que ésta surja en el seno de la coalición gobernante, detonándola.

Por Matteo Goretti

.

¿Qué sabe Carrió, que nosotros no sabemos, para lanzar semejante ataque suicida? Las exiguas declaraciones de Garavano no justifican tal reacción de la diputada. El 3 de octubre pasado el ministro se limitó a decir que “nunca puede ser bueno para un país que un ex presidente esté detenido o se pida su detención”.  En realidad, Garavano estaba fijando posición en un tema sensible y que está en discusión: el uso arbitrario de la detención preventiva durante la etapa de instrucción judicial.

Las declaraciones de Carrió golpearon fuertemente en el corazón de la coalición de gobierno -Cambiemos- que la diputada oficialista integra.

A favor de Carrió digamos que el actual gobierno alentó en su momento, a través de numerosas declaraciones públicas de sus principales voceros, la aplicación de la prisión preventiva para la ex presidenta y otros exponentes del régimen kirchnerista. Por lo tanto, surge otro interrogante. ¿Por qué ahora el gobierno cambió de posición? Uno de los dirigentes más cercanos a la diputada nos confiesa: “están abriendo el paraguas”.

Sin embargo, no encuentra explicación la actitud de Carrió de desafiar abiertamente el liderazgo del presidente Macri, para luego disculparse sosteniendo que se trataba de una broma.

Esta no es la primera vez que Carrió arremete contra el gobierno y contra Macri y algunos de sus amigos. Por ejemplo, la disputada del oficialismo ha solicitado en numerosas ocasiones que se profundice la investigación judicial a IECSA por presuntos hechos de corrupción, hasta las “últimas consecuencias”. ¿Tendrá claro Elisa Carrió que su reclamo podría escalar más allá de actual propietario de la empresa -Ángelo Calcaterra- y afectar al presidente y a la familia Macri, poniendo en jaque la gobernabilidad?

Carrió también disparó munición gruesa contra Daniel Angelici -presidente de Boca y amigo entrañable de Macri-, acusándolo de operar dentro del sistema judicial para dejar impune hechos de corrupción, y de influir para que personas de su entorno ocupen cargos relevantes en la justicia y en el gobierno en relación con el control de la administración y del proceso judicial.

Una acusación que, por ahora, no se condice con los datos de la realidad. Un simple análisis de los principales fallos judiciales deja ver con claridad que los jueces federales en general han respondido al reclamo del gobierno de avanzar en las causas de corrupción más resonantes, afectando no solo a ex funcionarios sino también a los principales empresarios del país. Habrá que esperar, sin embargo, el resultado final de este complejo proceso para proponer conclusiones definitivas. Todo es posible en la Argentina.

Recordemos también los fuertes ataques de la diputada a la AFI y a la AFIP durante la actual gestión.

Más allá de estos hechos, las actitudes de Elisa Carrió son una invitación para analizar la fortaleza de nuestro sistema institucional.

El primer lugar, que la diputada apunte ahora todos sus cañones hacia su gobierno y a la coalición que integra demuestra, una vez más, la debilidad que asume nuestra democracia por la inexistencia de una oposición madura y consistente. Cuando no hay oposición, se sabe, ésta surge en el oficialismo.

En efecto, Carrió fue perdiendo, uno a uno, a sus tradicionales “enemigos”. El PJ -sumergido en resolver su fragmentación y en plena búsqueda de un nuevo liderazgo- casi siempre votó en el Congreso las iniciativas del Poder Ejecutivo, facilitando enormemente la gobernabilidad.

Los dos candidatos de ese partido con mayor potencialidad para las elecciones de 2019 están en otra cosa: el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey se muestra más como un líder del oficialismo nacional que como opositor. Sergio Massa, antes que presentar propuestas nuevas prefiere por estos días atacar al campo y a la minería, que aportan al país el 70% de los dólares por exportaciones. Ambos no despliegan por ahora una oposición consistente, ni mucho menos se presentan como alternativa de Cambiemos.

Por su parte, la ex presidenta Kirchner -otro de los blancos preferidos de Carrió- sigue ausente: se mantiene en silencio, como buscando apalancar su posibilidad de volver al poder exclusivamente en los errores y los malos resultados de la administración Macri.

Para colmo, el juez de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, tantas veces demonizado y denunciado por Carrió, también se ha corrido: acaba de dejarle la presidencia de la institución a un miembro del tribunal que el gobierno considera cercano a sus políticas.

En la lista de Carrió solo quedan los Moyano que, dicho sea de paso, ella acaba de adelantar en sus declaraciones públicas que un próximo fallo judicial los pondrá presos.

Ante la desaparición de los “malos”, Carrió apunta ahora contra su propia coalición. Más que una actitud solitaria, este episodio refleja una vez más la debilidad histórica de nuestro sistema político, caracterizado por la emergencia recurrente de fuerzas centrífugas dentro del gobierno ante la ausencia de una oposición responsable y consistente, y de propuestas alternativas.

Otra de las caras de esta debilidad es la persistencia de la lógica amigo-enemigo como fórmula principal de la política argentina y de la manera de relacionarse con el adversario. Es la famosa “grieta”, a la que en el pasado apeló el peronismo en sus diferentes versiones y que Cambiemos incorporó plenamente para ganar en 2015 y 2017 y para gobernar, y que seguramente reiterará para tratar de imponerse en la elección de 2019.

Por supuesto, también están presentes los factores de personalidad que contribuyen a explicar el bombardeo amigo de Carrió.

En el gobierno, algunos sostienen en privado que las declaraciones de Carrió son la excusa para justificar su próximo alejamiento de Cambiemos, motivada por la recurrente crisis económica y la fuerte caída en la imagen positiva del presidente Macri. Otros, culpan a la presunta personalidad bipolar de la diputada, a la que califican como una destructora contumaz de las iniciativas políticas creadas o apoyadas por ella. Finalmente, importantes referentes del oficialismo dicen que sus ataques son en respuesta al desplazamiento en sus cargos de funcionarios públicos que actuaban como informantes de la diputada en la justicia y en la AFIP.

Los principales esfuerzos para contener afectivamente a Carrió están fracasando, alerta un integrante de la mesa chica de la Casa Rosada, debido al alejamiento de los principales interlocutores oficialistas que oficiaban de intermediarios con ella: el renunciado Mario Quintana, y “Pepín” Rodríguez Simón, que la diputada habría enviado a cuarteles de invierno debido a su conocida función de operador del gobierno ante jueces y fiscales.

La debilidad de las instituciones políticas argentinas le permite a Elisa Carrió ocupar una función relevante para la democracia: la de fiscal de la República en un país donde la justicia pareciera responder siempre al poder de turno y la oposición moverse de acuerdo con los recursos que le entrega el gobierno central.

Carrió representa con su voz al voto duro de Macri. Esta fortaleza de la diputada actúa, a la vez, como principal amenaza del gobierno.

En Cambiemos se presume que, si bien Carrió se extralimitó con sus ataques al primer mandatario, finalmente la sangre no llegará al río y todo volverá a su lugar. Y que el proceso político hasta las elecciones de 2019 estará regido principalmente por la centralidad de la ecuación Macri-Kirchner, facilitando -dicen en gobierno- la reelección del actual presidente.

A pesar de los deseos del oficialismo, queda por ver si la sola presencia de Cristina Kirchner será suficiente para mantener unido a Cambiemos y permitirle a Macri renovar el mandato popular en octubre del año próximo.

Se permite la reproducción parcial o total de este informe con la mención de la fuente