Por Ignacio Labaqui
.
Mucho antes de la llegada del Covid-19 a la Argentina y cuando nadie imaginaba un confinamiento que ya lleva 90 días, el kirchnerismo había iniciado una ofensiva para reducir el porcentaje de coparticipación federal recibido por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. De hecho, a tan solo nueve días del comienzo de la gestión de Alberto Fernández, la vicepresidenta señalaba: “Hay una asignación de recursos muy desigual que es profundamente injusta e inequitativa. Desde hace tiempo, la Capital concentró riquezas postergando al resto de la periferia” (https://rb.gy/ph25cl ).
Pasado el receso estival y pocos días antes de que se registrara el primer caso de Covid-19 el gobernador bonaerense Axel Kicillof retomó la ofensiva durante la apertura de sesiones ordinarias de la legislatura bonaerense señalando que “la ciudad tiene un presupuesto de 350 mil millones de pesos y en la Provincia tenemos más de 17 millones de habitantes (…) uno cruza la General Paz y ve plazas colgando de las paredes, pero faltan cloacas desde el otro lado” (https://rb.gy/4igc7m).
La pandemia puso en pausa las negociaciones que por entonces mantenían el gobierno nacional y el gobierno porteño sobre el porcentaje de coparticipación que recibe la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A la disputa por los recursos le siguió tras la declaración de la cuarentena una suerte de luna de miel entre ambas jurisdicciones, hecho que quedó evidenciado en las conferencias de prensa en las que el presidente Fernández apareció flanqueado por Rodríguez Larreta y Kicillof. El coronavirus puso de manera temporaria una sordina a la faceta agonal de la política argentina.
Sin embargo, el manejo de la cuarentena pronto reavivó las querellas entre el kirchnerismo y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Los motivos detrás de los frecuentes ataques que distintas figuras del gobierno bonaerense han venido realizando contra la Ciudad parecen responder a dos motivaciones. Por un lado el kirchnerismo recela del acercamiento que a partir de la pandemia se ha producido entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta.
No casualmente, el 2 de mayo la vicepresidente Cristina Fernández a través de una serie de tuits cargó las tintas sobre Juan Bautista Mahiques, actual Fiscal General de la Ciudad de Buenos Aires y representante del Poder ejecutivo Nacional en el Consejo de la Magistratura durante el gobierno de Mauricio Macri, acusándolo de presionar a Ana María Figueroa, jueza de la Cámara Federal de Casación Penal. La vicepresidenta remató el hilo de tuits con un ataque al jefe de gobierno porteño: “¿Qué pensamientos atravesarán la cabeza de Horacio Rodríguez Larreta enterándose de que Juan Bautista Mahiques, a quien propuso y designó como Fiscal General del Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires, aprieta a jueces y juezas para obtener fallos a la carta?” (https://rb.gy/gxwbrd)
La otra razón detrás de los frecuentes ataques a Larreta se vincula con el manejo de la pandemia, particularmente por las sucesivas flexibilizaciones de la cuarentena en la Ciudad implementadas a partir de mediados de mayo.
Así, el 18 de mayo el ministro de salud bonaerense Daniel Gollán tuiteaba un mapa del área metropolitana mostrando a la ciudad como “el mayor foco de irradiación del virus” en abierta crítica a la flexibilización de la cuarentena dispuesta poco antes por el jefe de gobierno porteño al permitir la apertura de comercios. La voz de Gollán fue acompañada por varios intendentes kirchneristas como Mayra Mendoza (Quilmes), Juan José Mussi (Berazategui) y Andrés Watson (Florencio Varela) (https://rb.gy/2itnvo).
En ese momento la Ciudad experimentaba una aceleración de los contagios, probablemente como fruto de la decisión del gobierno porteño de ir a buscar los casos en los grupos y zonas más vulnerables, mientras que la provincia de Buenos Aires devolvía una dudosa imagen de estabilidad en cuanto a la circulación del virus. La detección a fines de mayo de un foco en Villa Azul, partido de Quilmes, obligó a los voceros del gobierno de Kicillof a poner pausa, nuevamente, a los ataques destinados a Rodríguez Larreta.
Pero tal como ocurrió a mediados de mayo, nuevamente la decisión del gobierno porteño de flexibilizar el aislamiento social preventivo y obligatorio en la Ciudad, con la habilitación de las salidas para realizar ejercicio físico en horario nocturno y la reapertura de comercios de indumentaria y calzado, promovió el reinicio de los ataques de los funcionarios bonaerenses. A diferencia de mayo, cuando los casos crecían más rápido en la Ciudad que en la Provincia, esta nueva ofensiva se produce en el contexto de un clara aceleración de la curva en territorio bonaerense, particularmente en el conurbano.
La preocupación por un desborde bonaerense en simultáneo con un amesatamiento de la curva de contagios en la ciudad de Buenos Aires parece haberse convertido en la peor pesadilla del kirchnerismo. Las comparaciones son odiosas. Ello puede explicar la idea -por ahora no llevada a la práctica, pero considerada- de publicar los datos de Covid-19 a nivel AMBA, es decir, sin discriminar de qué lado de la General Paz están (https://rb.gy/pcjayt), y junto a ello los crecientes pedidos de funcionarios bonaerenses de retrotraer la Ciudad a la fase 1 de la cuarentena.
Por ridículo que parezca, el running se ha convertido en el objeto de una dura disputa política entre el gobierno bonaerense -y por arrastre el gobierno nacional- y las autoridades porteñas, a pesar de que tanto el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, como su segunda, la secretaria de acceso a la salud Carla Vizzoti, han reconocido que las salidas para hacer ejercicio autorizadas por la Ciudad no resultan riesgosas.
Pero el problema es la imagen y no la salud al parecer. La misma Vizzoti declaró que “¿Cómo le explicamos esto a una persona que no puede salir a hacer una changa y ve gente corriendo en Palermo? ¿Cómo se lo explicamos a un atleta olímpico que no puede entrenar?», en sintonía con el gobernador Kicillof quien previamente había señalado “¿Se puede salir a correr, que no es de vida o muerte, y no se puede salir a buscar el mango?” (https://rb.gy/mr2jor).
El presidente Alberto Fernández fue incluso más allá y abiertamente vinculo las sucesivas flexibilizaciones dispuestas por la ciudad -en lo que parece una concesión al ala más dura, pero también más poderosa del Frente de Todos- con el aumento de casos: “Querían salir a correr, salgan a correr. Querían salir a pasear, salgan a pasear. Querían locales de ropa abiertos, abran los locales. Pero estas son las consecuencias” (https://rb.gy/ggf9ps).
En cualquier caso, las decisiones sobre flexibilizar o endurecer la cuarentena deberían basarse en una evaluación de los datos disponibles y no en imágenes. Pero como comenzamos diciendo, la política no conoce ni vacaciones ni cuarentena. La incomodidad de la Provincia no obedece solo a consideraciones sanitarias, sino que hay también en juego motivaciones políticas. Para el kirchnerismo resulta intolerable que el gobierno de la Ciudad se muestre más eficiente que el bonaerense a la hora de lidiar con la pandemia.
¿Por qué? La respuesta es simple. No es personal, es estrictamente política. Horacio Rodríguez Larreta es un candidato natural a la presidencia para 2023: es el jefe de gobierno del cuarto distrito del país en cuanto a peso electoral, y no puede reelegir; tiene territorio, recursos y visibilidad.
Agreguemos que desde que la Constitución de 1994 concedió la autonomía a la ciudad de Buenos Aires, la jefatura de gobierno fue en dos oportunidades la escala previa a la Casa Rosada. Probablemente sea eso, y no las salidas recreativas con niños en los fines de semana o el running nocturno en las plazas porteñas, la razón por la cual Horacio Rodríguez Larreta es el blanco habitual de los ataques del kirchnerismo, ataques que seguramente continuarán pasada la pandemia.