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Informe estratégico sobre Argentina

Número 82 13 de enero 2021

En los Estados Unidos el populismo mostró su cara más cínica

Estamos transitando un tiempo que puede definirse como la era del cinismo. Vayamos por partes. Cínico es aquel que finge desvergonzadamente o pretende hacer pasar una situación por otra sin inmutarse, justificando su accionar a partir de medias verdades o con argumentos falsos pero que no son rápida ni fácilmente reconocibles. En este contexto, la política mundial esta definida por la llamada pos-verdad, la cual genera estados grupales alterados, como pudimos apreciar con la turba que entró al Capitolio en Washington para defender aquello que un grupo piensa es la democracia. No estamos buscando ser mejores, sino demostrar que tenemos razón a toda costa.

por Juan Battaleme

Profesor Relaciones Internacionales UBA-UCEMA

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Es cierto que las tecnologías de la información ampliaron el diálogo y multiplicaron los foros de debate, pero esas discusiones pueden ser sacadas de contexto, orientadas, manipuladas y tergiversadas para favorecer algún espacio político específico, y muchas de ellas contribuyen a la confusión; en este sentido el viejo adagio “quiero creer” se encuentra vigente más que nunca.

Veamos un ejemplo: El fenómeno QAnon (una de las principales teorías conspirativas de la extrema derecha estadounidense sostenida por grupos que apoyan a Donald Trump), que tanto se cita por estos días, no es la explicación por la cual suceden ciertos eventos; por el contrario, es un emergente puntual, motorizado por las convicciones que tiene un determinado grupo con relación al entorno en el que se mueve.

Las redes sociales y la tecnología de modificación de imágenes han abierto el espacio para la manipulación política a escala impensada. Siempre habrá grupos dispuestos a creer aquello que desean y otros dispuestos a refutarlo, y las pruebas para que suceda una u otra cosa siempre están disponibles para ser encontradas en Reddit, Youtube o alguna otra red social como Parler, la red que agrupa a tomadores del Capitolio norteamericano. El espacio virtual de conexión directa es fundamental para todos los políticos, pero en especial para aquellos que podemos considerar “cesaristas”, que lo aprovechan de otra manera.

El populismo es cínico ya que presenta una visión personal construida a partir de un proyecto de reemplazo de instituciones, hombres e ideas por otros que son afines al “proyecto”. Se presenta como parte de un colectivo etéreo y de manera grandilocuente, y en potencial: “lo mejor esta por llegar”; lo demás es considerado malo o atenta contra la patria.

En política cierto grado de cinismo es aceptado. Pero actualmente se es cínico para generar mas confusión, alterar los hechos o generar desorden. Cuando a un líder populista le falla el canal institucional le pide al “pueblo” que recupere el poder que le está siendo arrebatado, para serle devuelto a quien “verdaderamente” los representa.

La turba movilizada desde la Casa Blanca tenía un sentido de misión por la convicción de que la elección había sido robada: “devolver el poder a su legítimo poseedor para que complete la tarea que los “poderes ocultos o concentrados no le dejan hacer”. El relato del héroe anónimo, que emprende la batalla en grupo, se convierte en algo muy poderoso en una sociedad divida, de la que muchos se sienten menos parte de ella. “No es mi presidente”, alardeaban los demócratas con la llegada de Donald Trump al poder. “No es mi presidente”, vociferan ahora los trumpistas luego de la victoria electoral de Joe Biden. La grieta es la expresión del cinismo argumental de un lado y del otro.

Estamos viendo entonces que el liderazgo político norteamericano no escapa a la situación -que se extiende por muchos países- de confusión general mediada por redes sociales que nublan el juicio y sumergen a sus sociedades en enfrentamientos. Lejos de atenuar, crispan los ánimos potenciando los estados alterados y las frustraciones existentes en la sociedad.

El cierre de las cuentas de Twitter y Facebook de Donald Trump no resuelve el problema y provoca que se diga que estas corporaciones tomaron partido en contra de la libertad de expresión, y que se abran espacios alternativos que favorecen la ampliación de la grieta. Angela Merkel afirmó que cerrar indefinidamente las cuestas de las redes sociales afecta la liberta de expresión, una decisión arbitraria por no contar con un marco jurídico definido (https://www.ft.com/content/6146b352-6b40-48ef-b10b-a34ad585b91a).

Volviendo al tema central de este artículo, los recientes episodios en los Estados Unidos dan cuenta que las tensiones entre populismo y democracia liberal han hecho pie en los llamados países centrales.

Además de su impacto en el desarrollo doméstico, las tendencias populistas también están modelando la política internacional. En un mundo crecientemente dividido en zonas de influencia, el liderazgo basado en los valores que expresa la democracia liberal resulta clave para marcar diferencias. Joseph Nye, en su libro Do Moral Matters?, señala que las intenciones, acciones y consecuencias en materia de política exterior contribuyen a la estabilidad internacional y brindan referencias para el accionar de otros. Por el contrario, el cinismo contribuye a socavar las bases de estabilidad del orden internacional, permitiendo que las acciones que atentan contra las libertades individuales ganen espacio y preeminencia.

El populismo, con su fuerte carga de cinismo, ha sumergido a sus sociedades en múltiples penurias; está a la vista de todos y en muchos países se acepta como un dato de la realidad. Numerosos especialistas consideran que las tendencias populistas llegaron para quedarse, y que influirán cada vez más en la conducción de la política doméstica y de la internacional. Se abre, entonces, la discusión sobre las necesarias reformas de la democracia liberal y la capacidad de sus instituciones para conjurar a los líderes populistas.

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