Pocas dudas caben que una de las más destacadas figuras del gabinete nacional es la actual canciller Susana Malcorra. Su experiencia en grandes empresas y en las Naciones Unidas es muy importante. Su mayor aporte es su visión de país y su red de contactos internacionales que construyó durante años. Su elección fue un gran acierto del presidente Macri.
Luego de reiterados trascendidos, finalmente la ministra reconoció que trabaja para ser la próxima Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se elegirá este año, y anunció que se encuentra en plena campaña.
Todo indica que una mujer sería ungida en ese cargo por primera vez desde la creación de la ONU. Si bien se comenta que el turno le toca a una representante de Europa del este, no se descarta que la actual ministra argentina pueda constituirse en una figura de reserva en el caso de que a partir del próximo agosto surjan vetos cruzados entre los EEUU y Rusia (y otros países con poder de veto) al momento de seleccionar el sucesor de Ban Ki-moon. Tiene todo en regla para poder serlo.
De lograr su anhelo, la ida de Malcorra sería una pérdida para el gobierno, a la vez que sería un honor para nuestro país que una connacional ocupe semejante función.
Podría sostenerse que resulta legítimo que Malcorra haya aceptado ser canciller del presidente Macri como trampolín para alcanzar inmediatamente una función mucho más apetecible.
El problema surge cuando sus intereses podrían estar en conflicto con los del gobierno que integra.
En efecto, en una reciente nota en El País, titulada “Déjà vu venezolano en la OEA. La canciller argentina erosiona la coherencia de la política exterior de Macri” (7 de mayo 2016), firmada por Héctor Schamis, el diario madrileño criticó la posición argentina presentada por nuestra canciller, Susana Malcorra, ante la Organización de Estados Americanos (OEA) al tratarse el caso de Venezuela.
Según esta nota, llamó la atención la urgencia de la solicitud de la OEA para la reunión realizada el día 3 de mayo, especialmente por no haber dado tiempo a los cancilleres de la región a viajar; mientras que si pudieron hacerlo, únicamente, nuestra Ministra de Relaciones Exteriores y su par venezolana, Delcy Rodríguez.
La sorpresa fue mayor cuando la canciller Malcorra se opuso a invocar la Carta Democrática por la violación de los derechos humanos en Venezuela, por considerarlo “apresurado”, contradiciendo abiertamente la posición presentada por Macri en la Cumbre de Asunción de diciembre pasado, cuando nuestro presidente le pidió a la canciller venezolana Rodríguez la liberación de los presos políticos, en rechazo de “la persecución política y la privación de la libertad por pensar distinto”.
La nota de El País afirma que, “si ello forma parte de la «estrategia electoral» de Malcorra en pos de la Secretaría General de Naciones Unidas, el problema es que erosiona la coherencia de la política exterior de Mauricio Macri. Por ende, hipoteca su liderazgo regional, forjado alrededor de los derechos humanos en Venezuela y en todo el hemisferio”.
Este episodio tardó más de una semana en llegar a los diarios argentinos. Fue tratado únicamente por el diario La Nación en su edición del 15 de mayo pasado, bajo el título “Malcorra suavizó la postura argentina ante el caso Venezuela”.
Consultada una calificada fuente del Ministerio de Relaciones Exteriores que trabaja codo a codo con la canciller, nos afirmó que la posición presentada en la mencionada reunión de la OEA “no es definitiva” y que tiene que ser evaluada a la luz de la campaña de Malcorra para alcanzar el mencionado sitial en Nueva York; y agregó que para aspirar a un cargo mundial de semejante importancia hay que sumar votos de todos lados, lo que obliga a asumir posiciones “de equilibrio” en materia de política internacional, de tal manera de no irritar a nadie y de conformar a la mayoría. “La Canciller tiene que sumar apoyos sin perder otros”, concluyó nuestra fuente.
Además de sumar votos, la canciller Malcorra deberá evitar el voto negativo de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (que funciona como veto), en especial el del Reino Unido.
En el gobierno se debate si la ministra Malcorra debe renunciar o no a la cancillería. Algunos muy cercanos al Presidente sostienen que en la actual coyuntura, en la que Macri está haciendo los mayores esfuerzos para integrar nuestro país al mundo, no es posible tener una canciller a medio tiempo, a la espera de que finalmente logre su premio mayor o fracase en el intento. Otros están más atentos a la posibilidad de que surjan nuevos conflictos de intereses como el del reciente caso venezolano, y recuerdan que está en marcha una serie de conversaciones con el Reino Unido por el tema Malvinas, que coincide con la necesidad de la canciller de conseguir el apoyo de ese país.
La principal consecuencia política de la posible renuncia de la canciller es el debate que se acaba de abrir sobre los cambios en el gabinete nacional. Ya se escuchan nombres para sucederla; los más pronunciados son los del Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y del dirigente radical con llegada a Macri, Ernesto Sanz. Esto recién comienza.