Según una encuesta de octubre de 2016 de Aragón y Asociados, en la provincia de Buenos Aires la gestión de María Eugenia Vidal sigue siendo buena para el 50,1 % de la población y muy buena para el 15,5 %. La cifra de aprobación trepa al 65 %. Si comparamos con la gestión de Mauricio Macri, la respuesta “buena” ascendió al 40,1% mientras que la “muy buena” marcó un 9,7 %; sumadas ambas tendencias dan un 49,8 % de valoraciones positivas. Lentamente, desde el inicio de la gestión de Cambiemos, la imagen positiva de la Gobernadora se ha ido posicionando en un escalón más alto que la del gobierno nacional.
Los valores más altos de aprobación Vidal los tiene en los sectores de nivel socio económico (NSE) bajo, las mujeres y en el segmento de 36 a 55 años. Por otro lado, Macri encuentra sus mejores números de aprobación entre los NSE medios, las mujeres y los que tienen entre 36 y 55 años. La gobernadora tiene una mayor llegada al sector social bajo que caracteriza mucho más al Justicialismo que a Cambiemos.
Si indagamos acerca de los mayores problemas, el 55,2 % de los bonaerenses ubicó a la inseguridad como principal preocupación, seguida por el 11,4 % de la desocupación, el 10,3 % de la corrupción, el cuarto puesto con un 9,8 % para la inflación, terminando en el quinto puesto para la educación con un 5,7 %.
Si analizamos la evolución de la inseguridad como preocupación, constatamos que fue creciente, con un 44,9 % en agosto, un 45,6 % en septiembre y finalizando en octubre con un 55,2 % octubre. Los más preocupados son los sectores bajos, las mujeres y la población de más de 55 años.
La gobernadora Vidal sabe que su fortaleza está representada, en parte, por los números que acabamos de comentar. Ella es percibida por sus electores como una líder nueva, alejada de la política tradicional, sin ataduras y sin compromisos con intereses creados, y con coraje para dar la batalla al delito y a la corrupción. Las expectativas son altas y se mantienen, y es allí donde reside su mayor activo.
Con esta información de base, la estrategia que pergeñó Vidal para imponerse en las elecciones de 2017 se desarrolla en los siguientes cinco vectores: 1) un amplio plan de obra pública, en especial en el conurbano bonaerense, 2) división del peronismo (con nuevas incorporaciones al gobierno provincial de exponentes de esa fuerza política), 3) polarización entre candidatos propios y los candidatos del kircherismo, 4) oferta de algunos candidatos conocidos junto con muchos nuevos en las listas de Cambiemos y 5) liderazgo de Vidal en la campaña, en primera persona, buscando el efecto arrastre para sus candidatos.
A pesar de la opinión de Macri y Vidal, crecen las chances de Lilita Carrió de encabezar la lista de senadores nacionales por Cambiemos, y decrecen las posibilidades de Jorge Macri (enfrentado a Carrió) y de Facundo Manes (que no decidió si correrá para senador o diputado). De todas formas, Carrió no definió aún si competirá en la provincia o en la ciudad de Buenos Aires.
Enfrente, Sergio Massa encabeza las preferencias de imagen e intención de voto en la provincia de Buenos Aires, seguido por Elisa Carrió y Margarita Stolbizer en el segundo lugar. Mucho más lejos le siguen Jorge Macri y Florencio Randazzo.
Esta situación terminó por definir una estrategia oficialista centrada en la polarización: Macri y Vidal orientarán sus respectivas campañas electorales a sostener la necesidad de la continuidad para realizar los cambios prometidos. Para ello, buscarán polarizar con una oferta filo kirchnerista, que pueda ser presentada como parte del pasado fracasado. Es decir, no se buscará plebiscitar la gestión sino solicitar el voto apelando a las expectativas y al futuro.
En este sentido, el gobierno considera que en las elecciones de octubre de 2017 deberá debatirse si el país quiere volver al pasado o si se consolida la opción de futuro que Cambiemos representa. Para ello, requiere imperiosamente que compita una opción kircherista: además de garantizar el triunfo de Cambiemos, relegará a un tercer puesto a Massa, como efecto de la polarización. “Debemos repetir lo que sucedió en las elecciones presidenciales de 2016”, sostienen desde el gobierno.
El final está abierto.