Lousteau pasó en poco tiempo de competidor a aliado y nuevamente a competidor, y de funcionario a renunciante en el gobierno de Cambiemos. A pesar de su corta edad, acumuló en su CV un largo listado de “ex” de varios gobiernos durante su carrera política y mediática. El último, como ex-embajador del gobierno de Cambiemos en los Estados Unidos.
Esta situación no llamaría la atención si se desenvolviera en alguno de los distritos electorales esquivos al macrismo. Por el contrario, sucede en la ciudad de Buenos Aires, donde el PRO reúne mayoritariamente las preferencias de los electores. Es allí donde Lousteau decidió desafiar al macrismo o, mejor dicho, al larretismo.
Esta situación abre algunos interrogantes. El primero: ¿por qué competir en un lugar donde, se supone, no saldrá triunfante? En la ciudad de Buenos Aires la oposición no existe. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta ha logrado fortalecer su liderazgo y, al mismo tiempo, mantener fragmentada a la oposición. “Lo que Larreta no tiene, lo consigue”, repiten en coro varios de sus ministros; “es poco lo que aún no tiene”, agregan.
El actual jefe de gobierno se ha convertido no solo en un muy buen administrador, cuya gestión es valorada positivamente por el 65% de los porteños, sino en un líder político, capaz de mantener y ampliar los apoyos al PRO.
Por lo tanto, no debería llamar la atención que la oposición, por lo menos en una fase inicial y de manera disimulada, haya surgido del mismo oficialismo o, por lo menos, de un ex integrante del actual gobierno, como es el caso de Lousteau. Recordemos que esta “anomalía” ha sido, por décadas, la regla de oro en el partido justicialista: ante la incapacidad del sistema político de generar una oposición, ésta surgía, indefectiblemente, del seno del peronismo, para convertirse en alternativa y, luego, en sucesor de su progenitor.
El segundo interrogante es si la decisión de no incorporar a Lousteau en Cambiemos es la correcta, en términos de si favorece o no al oficialismo. La respuesta final surgirá del resultado de las urnas en la elección próxima, o en la de 2019. Sin embargo, hay margen para adelantar un análisis.
En el oficialismo apoyan, obviamente, la decisión de Larreta de mantener a Lousteau fuera de la alianza. El argumento principal es que el ex embajador y ex aliado tiene un perfil PRO y, por lo tanto, es un competidor natural. “Se parece demasiado a nosotros”, sostienen algunos voceros del gobierno porteño. Larreta y Lousteau comparten, potencialmente, un segmento de votantes.
Por supuesto, el éxito de haber atraído a Lilita Carrió como primer candidata porteña a las listas de Cambiemos para las elecciones de octubre próximo, contribuyó a definir la no integración de Lousteau en la alianza oficialista, además de tranquilizar a los líderes del PRO, que percibían al ex embajador como una amenaza.
Sin embargo, también sería posible argüir que lo mejor hubiera sido integrarlo a las filas oficialistas, de tal manera de encauzarlo y controlarlo. Suele decirse que en política, mejor sumar a los que comparten algunos valores y votantes, de tal manera de ampliar la coalición y definir con claridad la competencia con la oposición, es decir, con los que ofrecen algo muy diferente.
También es cierto que la irrupción de Lousteau en las próximas elecciones permitirá fragmentar el voto opositor y, de esta manera, favorecer un triunfo del oficialismo. Como veremos más adelante, el joven candidato no tendrá otra opción que buscar la polarización con el PRO y, a la vez, incorporar entre sus votantes a una fracción de los que apoyan la gestión larretista en la ciudad. ¡Qué desafío!
Para confinar finalmente a Lousteau a la oposición se tuvo en cuenta otros factores: la aceitada maquinaria partidaria y electoral del PRO en la ciudad de Buenos Aires (que el candidato opositor, por obvias razones, carece; aunque la estructura de la Unión Cívica Radical, que lo apoya, reemplazará parte de esa falencia) y algunas “debilidades” que el larretismo identifica en su ahora opositor y que, considera, atentarán contra su carreta política: que es un “lobo solitario”, que no le gusta ni sabe armar equipos, que “cambia de traje” todo el tiempo y que manifiesta un ego sobredimensionado.
Habrá que ver si estas presuntas características le juegan en contra, o si Lousteau logra convertirlas en fortalezas o, incluso, transformarlas. En cualquier caso, el resultado de este proceso se verá en las elecciones de los años que vendrán.
El tercer interrogante tiene que ver con las estrategias de posicionamiento de Larreta y de Lousteau en la inminente campaña electoral.
Para aproximar el bochín, Lousteau deberá hacer una campaña PRO, reivindicar logros del actual gobierno, de tal manera de incorporar electores de su rival. Deberá al mismo tiempo plantear opciones a lo existente, mejoras, propuestas superadoras, pero siempre con el objetivo puesto en sumar votantes PRO que, mayoritariamente, están conformes con la actual gestión del distrito. No es posible ganar una elección en la ciudad de Buenos Aires sin el apoyo de una porción significativa de votantes del PRO. Veamos por qué.
La elección de octubre próximo en la ciudad de Buenos Aires es a una vuelta, y los cargos de diputados nacionales y legisladores se reparten de manera casi proporcional. Para dar una idea del desafío que le espera a Lousteau, recordemos que en la elección de segunda vuelta de julio de 2015, en la que compitieron los dos candidatos más votados de la primera vuelta, Horacio Rodríguez Larreta (PRO) venció por poco margen a Martín Lousteau (ECO): 51,65% y 48,35%, respectivamente, de los votos positivos. Sin embargo, en la primera vuelta de aquel año, que es la que deberá considerarse como base de comparación con la elección de octubre próximo, Lousteau sumó 25,5%, y el actual jefe de gobierno 45,5%. El kirchnerismo (FpV) salió entonces tercero, con el 21,5% de los sufragios.
Con estos antecedentes cercanos, es posible que la estrategia de Carrió busque polarizar con Lousteau y el kirchnerismo, confinándolos con sus denuncias al pelotón de los malos. Lilita sabe hacerlo. Será un desafío para el novel candidato de la oposición evitar esos ataques e instalar ejes de debate que traigan agua a su molino, y que eviten la anunciada polarización.
Por lo pronto, la campaña inició antes de lo previsto. La discusión pública de Lousteau en el sentido de solicitar que lo dejen competir en una primaria dentro de Cambiemos lo ha beneficiado o, por lo menos, facilitó su instalación mediática.
Sin embargo, este no pareciera ser un eje fuerte para la campaña, ni mucho menos para facilitarle su triunfo. En este sentido, el riesgo de Lousteau no se limita a tener enfrente a Lilita Carrió –que goza de fuertes apoyos en el distrito y que logra imponer con éxito un discurso demoledor y polarizante-, sino que se amplía debido a la dificultad de instalar temas que le sumen votos a los que logró cosechar en 2015, sobre todo de electores que apoyan a Larreta y que votan decididamente por los candidatos del oficialismo.
El juego de las similitudes y diferencias entre Larreta y Lousteau no se agota en ellos sino, como hemos visto, suma en esta ocasión a Lilita Carrió, haciéndolo más complejo.
Mucho se ha dicho que un triunfo importante de Carrió en las próximas elecciones agrandaría su figura poniendo en riesgo a Larreta. Más aún, algunos analistas sostienen que de resultar victoriosa por amplio margen, Lilita podría aspirar al cargo de Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires en las elecciones de octubre de 2019.
Esto parece poco probable. En primer lugar, porque lo que se vota en octubre próximo es la integración de los cuerpos legislativos (Congreso de la Nación y Legislatura de la ciudad de Buenos Aires). Lilita Carrió cumple bien con ese rol. Ella es conocida como legisladora; su posicionamiento es de contralor, de fiscal, de “guardián de la democracia”, de vigilia anti-corrupción. Su nombre no está asociado directamente a la gestión, como es el caso de Larreta.
Desde este punto de vista, una victoria de Carrió le suma a Cambiemos, a Macri y a Larreta. Más aún, con Lousteau compitiendo, es posible que la candidata del oficialismo no logre sumar todos los votos que potencialmente podría: un alivio para muchos.
Horacio Rodríguez Larreta aspira a repetir en octubre próximo los guarismos de la primera vuelta de 2015: que Carrió le saque a Lousteau 20 puntos o más, que lo confine a un lejano segundo puesto. Al mismo tiempo, un triunfo importante de Lilita, pero no aplastante, será presentado como un logro compartido con Macri y Larreta. Por lo menos es lo que anhelan en el oficialismo.
En síntesis, la presencia de Carrió en las elecciones porteñas y su potencial triunfo fortalecerá el liderazgo de Larreta en la ciudad. Esta ecuación no se vincula ni afecta la curiosa estrategia de acercamiento/alejamiento de Carrió con el gobierno nacional, cuyas causas –e interpretaciones- deben ser evaluadas en primer lugar con las herramientas que ofrece la psicología.
Finalmente, Lousteau necesitará por lo menos salir segundo en las próximas elecciones de octubre. Para ello, debe aspirar a ganar. Esta afirmación –que parece una contradicción- es la clave para que él pueda seguir en carrera en los años sucesivos. Aspirar a ganar en el distrito capitalino significa para Lousteau desplegar una estrategia que combine de manera exitosa similitudes y diferencias con el PRO, algo así como parecerse para polarizar, que le permita sumar de todos lados y, en especial, una porción de votantes del oficialismo. Una tarea difícil.