Por Matteo Goretti
La tradicional inestabilidad política de la península ha merecido la atención no sólo de los estudiosos y periodistas sino también de los políticos italianos quienes, durante décadas, llevaron adelante conversaciones, debates y acuerdos frutrados tendientes a dar vida a un nuevo sistema electoral que favoreciera la formación y permanencia de coaliciones estables y, con ello, ampliara la permanencia y mejorara la gestión de los gobiernos.
Finalmente, el Parlamento aprobó nuevas reglas para las elecciones que, a partir de la mixtura del sistema proporcional con premio de mayoría y el uninominal, permitiría –se dijo– la formación de una mayoría clara necesaria para establecer un gobierno homogéneo y durable. Esto no sucedió. Por el contrario, las elecciones de marzo de 2018 repitieron la vieja lección: un país fragmentado políticamente y carente, por lo tanto, de mayorías parlamentarias estables que alumbren gobiernos perdurables.
Sin embargo, a pesar de que la historia parece repetirse, las recientes elecciones modificaron el sistema político italiano. El Movimiento Cinco Estrellas (M5s), un partido nuevo, emergió victorioso de la compulsa electoral y, lo que es más significativo, todo indica que podría ocupar el lugar del Partido Democrático en el sistema partidario del país.
De ser así, estaríamos ante un cambio significativo de los liderazgos políticos en la península, comparable con la caída de la llamada Primera República, cuando la desintegración del sistema de acuerdos que piloteaba la Democracia Cristiana dio lugar a la alternancia de las dos coaliciones que se sucedieron en el poder hasta el presente: el centro derecha y el centro izquierda.
Esta hipótesios se ve reforzada por el fracaso electoral de los líderes tradicionales de ambas coaliciones: Silvio Berlusconi, de Forza Italia (centro derecha), y Matteo Renzi, del Partido Democrático (centro izquierda). Berlusconi perdió ante Matteo Salvini (Lega) dentro de la coalición que ambos integran, mientras que el Partido Democrático de Renzi obtuvo el tercer lugar en la elección general.
La victoria de Di Maio (M5s) y Salvini (Lega), jóvenes y nuevos en la política, integrantes de dos coaliciones electorales opuestas, motiva un cambio en los liderazgos y obliga a reformular el sistema de alianzas en un contexto político que se mantiene -eso si- inestable e impredecible, debido a la aparición de fuerzas nuevas y a la persistencia de la histórica fragmentación.
El Partido Democrático tuvo en estas elecciones una triple derrota: quedó relegado al tercer lugar, acabó con la corta carrera de su joven líder, Renzi, y perdió bastiones electorales tradicionales en manos del M5s.
Un vistazo al mapa de Italia grafica la hecatombe: la península aparece partida en dos: el centro derecha en el centro norte y el M5s en el centro sur e islas; unas escasas pinceladas aquí y allá dan cuenta de una presencia insignicante del Partido Democrático que venía gobernando el país.
Los partidos que se han alternado en el poder de Italia se ven obligados, de golpe, a ser oposición, y sus líderes, a entregar el poder partidario.
El tiempo dirá si las novedades emergentes de la reciente elección parlamentiaria son la antesala de un dramático cambio en los liderazgos y en el sistema de alianzas políticas o, por el contrario, son un incidente que agrega confusión y mayor inestabilidad.
Algunos analistas se inclinan por la primera hipótesis y anuncian la llegada de la Tercera República.
Sin embargo, para confirmar que estas novedades indican una transformación profunda hacia algo novedoso, habrá que esperar a ver si el nuevo sistema de alianzas –que por ahora nadie imagina– será mayoritario, estable y duradero y si, además, tendrá implicancias en el sistema de partidos y en la alternancia en el poder.