Por Matteo Goretti
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Hasta el mes pasado la oposición había logrado sacar rédito político por el malogrado plan de vacunación (vacunatorio VIP, escasez de vacunas, atrasos en el plan de inoculación, el “Pfizergate”, etc.) y por la disparada de los precios; sin embargo, cambios en el contexto y errores propios han reducido la ganancia con la que ésta se beneficiaba.
Con el aumento en el ritmo de vacunación -que se irá incrementando en los próximos meses- el gobierno considera ahora que podrá instalar como su mayor éxito la inoculación de buena parte de los argentinos. Dirá que la crisis económica fue producto de la pandemia y no de su mala gestión y que el avance del plan fue a pesar de los palos en la rueda puestos por la oposición. Para ilustrarlo, mostrará las manifestaciones de Lilita Carrió en contra de la Sputnik V -a pesar de que muchos argentinos lograron vacunarse cuando no había dosis de otro origen- y las fallidas acusaciones de Patricia Bullrich por el fracaso en la compra de la vacuna Pfizer, que el mismo laboratorio negó.
Las principales encuestas muestran que la opinión favorable del presidente Alberto Fernández crece en los sectores de la población que han sido vacunados.
Por lo tanto, el gobierno está reorientando el plan de vacunación: Ahora privilegia que la mayoría de la población tenga una dosis, antes que dos para una minoría. Esta decisión, motivada por razones electorales, está siendo vestida con explicaciones de conveniencia sanitaria.
Junto con la aceleración del plan para inocular con una dosis a la mayoría de la población, el oficialismo está desplegando una campaña para responsabilizar a los laboratorios por los atrasos en el cronograma de entregas. El presidente de la Cámara de Diputados acaba de convocarlos para que expliquen porqué no cumplieron con los compromisos asumidos, a pesar de que el país pagó las vacunas con suficiente antelación. Un arma de doble filo: ¿es una puesta en escena o el gobierno buscará judicializar el tema cuando comienza a multiplicarse la llegada de las dosis?
Casi de golpe, el debate sobre las vacunas pasó de ser un lastre para el gobierno a mostrar indicios de convertirse en su salvación electoral. El anuncio de que nuestro país comenzará a producir en breve la vacuna Sputnik V -una novedad positiva de alto impacto – terminó por convencer al oficialismo de que el plan de vacunación será su caballito de batalla en este año de elecciones.
Por su parte, en la campaña electoral Juntos por el Cambio probablemente retome el tema de la pobreza y el aumento de los precios para intentar derrotar al oficialismo. El debate por las vacunas y las restricciones a la circulación y al comercio, que esta coalición política alentó por los errores del gobierno, diluyó el peso de la inflación en la agenda pública.
El gobierno está actuando para quitarle esa bandera a la oposición. Sin embargo, en vez de operar sobre las causas que motivaron el crecimiento de la inflación y la pobreza, la administración de Alberto Fernández decidió desplegar mayores controles de precios y restricciones al comercio. La prohibición de exportar carne que impuso es un buen ejemplo: a pesar de que no la abarata ni permite generar mayor oferta, y que se pierden mercados internacionales y dólares, es una decisión que aprueba la mayoría de los consumidores porque considera que el producto será más accesible a sus bolsillos.
La gran novedad es que esta campaña electoral será muy diferente que las anteriores. Los efectos de la pandemia y el acostumbramiento del público a las malas políticas económicas y sociales están modificando los valores y las demandas de la sociedad argentina. Por ejemplo, el aumento de la pobreza aumentó la opinión favorable hacia el subsidio estatal como el único vehículo eficaz para contenerla. Lo mismo sucede con los controles de precios y ciertas prohibiciones a la comercialización: la gente cree que los beneficia y asume como propio el engañoso discurso oficial que culpa a los empresarios por los aumentos. Lo que la mayoría de la población entiende cuando se habla del abultado déficit fiscal es que las propuestas que apuntan a su contención sólo traerán más hambruna.
Estos cambios favorecen la consolidación de un discurso más populista y la prevalencia de la dimensión ideológica sobre la racional, que veremos en la campaña electoral este año. De ser así, es posible que el kirchnerismo esté mejor preparado para representar a la mayoría de la población; Juntos por el Cambio deberá hacer un esfuerzo adicional para seducir a los votantes del medio, que son los que inclinan la balanza, para alinearse con los cambios de opinión y representar las nuevas demandas. Sin embargo, el resultado final está abierto, dependerá de los candidatos y de las campañas, y de los errores que cometan gobierno y oposición.
El acrecentado peso de la dimensión ideológica en el debate público también muestra sus límites, aunque no queda claro cómo impactará en la decisión de los electores. Por ejemplo, nuestro país recibirá en donación de los Estados Unidos un número considerable de vacunas, a pesar de que el gobierno argentino se aleja de manera manifiesta del país del norte y se acerca a las otras potencias que no las regalan, sino que las venden. Queda por ver cómo el kirchnerismo procesará en su discurso semejante contradicción.