Por Fabián Calle
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Este encuentro mundial es una oportunidad para que el gobierno argentino tome protagonismo e inicie el camino de la reconstrucción del liderazgo regional, que perdió a manos de Brasil. También es una ocasión para reinstalarse en el escenario internacional, compartiendo la agenda global de los desafíos que presenta la democracia en este siglo y salir del encierro insular que nos ha alejado del mundo.
La simple lectura de la agenda muestra que la Cumbre recorre diferentes espacios y temas: los de gobierno, y también los de las empresas y de las organizaciones de la sociedad civil. Es una plataforma para que el gobierno y el sector privado cuenten hacia dónde va el país, sus potencialidades y, de alguna manera, su capacidad de resiliencia ante las recurrentes crisis.
Sin embargo, ante el convite norteamericano el gobierno argentino dejó trascender su oposición a que China no fuera invitada al evento internacional; al igual que países comandados por dictaduras, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, que también fueron excluidos. Este posicionamiento de nuestro país delata algunas contradicciones. En primer lugar, México, que para el gobierno de Alberto Fernández representa el faro que debe seguir nuestra política exterior, ha recibido positivamente y sostenido la invitación de Biden, sin posturas antinorteamericanas. En segundo lugar, el enojo argentino por la exclusión de dictaduras de este encuentro internacional coincide con la negociación de nuestro país con el FMI, donde la opinión de la potencia del norte es decisiva.
Este episodio es un botón de muestra más de las contradicciones del gobierno en materia de política exterior, caracterizada por la preeminencia de posturas ideológicas y relatos fantasiosos por sobre los intereses del país.
Al mismo tiempo, en el gobierno prima una visión sesentista del mundo, que prevé el derrumbe inminente del capitalismo, al sostener una política exterior que ampara en los hechos a regímenes autoritarios como los de Venezuela y Nicaragua, con el pretexto de la no intervención en los asuntos internos de los países (que utiliza para justificar la violación de derechos humanos y de las reglas democráticas en esos países).
Por ello, lo más probable es que el gobierno argentino participe de la Cumbre con bajo perfil, y que aproveche de la ocasión para repetir su conocido relato para la tribuna -con la infaltable dosis de épica rebelde- cuyo destinatario privilegiado es el círculo estrecho kirchnerista.